Y ésto es lo que trato de no aceptar. Y no aceptar la evidencia está jodiéndome
la vida, pero y qué, si ya es una necesidad vital romperme las costuras y los
labios que me sangran y lo poco que queda de esto que me niego a convertir en
ruinas.
Mira, no estoy borracha, pero te
pienso. Y creo que siento.
Que siguen
existiendo madrugadas en vela, pero sin velas. Noches tristes en las que sigo dejando huellas de ti. Huellas que son letras sentidas en noches de insomnio. Horas de sueño acumuladas convertidas en ojeras. Y así es como las cuatro de la mañana se hacen eternas, y la luz de la farola que se ve por la ventana de mi habitación se apaga. Como todo, se desvanece. Humo de un cigarro
que no existe. Morir a puertas cerradas en la habitación, seguir viviendo
mentiras, sacar la tristeza de debajo del colchón dónde lo hacíamos lento y la
esperanza de que algún día sientas. Vuelvas, lamas mis heridas y cures
mis labios rotos. Y así el círculo vicioso aparecerá de nuevo. Y que sea eterno. Porque me niego a
cerrar el círculo que más he sentido en mi vida.
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