lunes, 12 de agosto de 2013

Caídas y huídas.

Hace tiempo que la poesía invadió nuestras mentes. Creía que nos salvaríamos a tiempo, pero cuando nos fuimos a dar cuenta ya estábamos hasta arriba de mierda, o de poesía, que es lo mismo. Te conocí y pronto me diste la confianza para subir al segundo piso de tu sonrisa, para luego tirarme por una ventana que más bien parecía de un quinto. Por los destrozos, digo.

Creía que me salvaría a tiempo.

Y es que me he visto fracasar tantas veces, me he visto romperme en tantos labios, lo he visto morir tantas veces... que esto sólo era follar y cantar. Tú quisiste prometer septiembres, agarrarte a la mano de la esperanza intentando descifrar el código secreto de la inmunidad de mi corazón y llenarme la habitación de humos, o la cabeza.

Pero no sabes lo que es despertar un día medio rota... porque ni siquiera sabes qué es estar despierto. Ni tienes idea alguna de la puta guerra nuclear que son tus poemas para mi corazón, cabrón.  Ni lo sabes, ni vas a saberlo, porque los trenes van a seguir pasando y vas a seguir dejando vestidos llenos de ojalás, medias con rasguños, el humo de tus cigarrillos siempre metido en sus cabezas, cervezas a medias y una poesía casi ilegible al lado del cenicero con la horrible sonrisa con la que siempre las firmas cuando te marchas.

Y no sé de que me extraña. Ya me lo dijiste. Mi madre nunca vería tu culo en el pasillo de mi casa. Creía que no podíamos caer más bajo y sin embargo


caer.



Subsuelo.

Qué desastre, cielo.




Al menos ahora, 
tenemos heridas que arreglar,
porque ya no sabemos amar
sin doler.

Y yo ya no sé que es sentir
sin sentirte.

y es que una cosa es morir
y otra muy distinta,
dejar que te maten.