¿Feliz?

Feliz catástrofe. Feliz cambio climático y feliz depresión. Feliz vivir por vivir sin sentido alguno, no ayudar a quien lo necesite, egoísmo, hipocresía y corrupción. Feliz países (cada vez mayores) en los que no existe la libertad de expresión, por tanto, feliz censura. Feliz miedo. Feliz crueldad. Feliz desdicha. Feliz momento en que tiras la toalla y decides suicidarte. ¿No debería de ser hora de cambiar todo ésto? Sí, quizá resulte curioso que una consumidora en potencia lo diga, lo plantee tan siquiera. Yo misma siento que el mundo se desbarajusta cuando pensamientos así acuden a mi cabeza, pues, si tuviera el dinero suficiente lo gastaría comprándome unos maravillosos Manolo Blahnik antes de ir corriendo al aeropuerto más cercano y comprar un billete de avión para cualquier lugar tercermundista y ayudar a niños, a ancianos, a cualquiera que lo necesitase. Pero, sinceramente... ¿luego en qué quedaría todo? ¿En unos zapatos bonitos y contemplar la mirada de envidia de muchos? ¿Es eso lo que realmente queremos? O mejor dicho: ¿Sólamente es eso lo que esperamos de nosotros mismos?