viernes, 22 de marzo de 2013

Ceniza.

Ya me lo había advertido. Me había hablado de los ojos carnívoros. Son engañosos, bonitos a primera vista, y a segunda, y a tercera, e incluso parecen sinceros cuando tu pupila se clava en la suya. Los ojos carnívoros también besan, y como carnívoros que son, les gusta morder labios sin cuidado alguno, pero sólo producen un dolor efímero que poco importa cuando también te hacen daño al corazón, porque esas pupilas saben clavarse bien dentro e incluso pueden romperlo en pedacitos microscópicos e incapaces de volver a su estado natural. Me lo había advertido, pero Él confiaba en mi fuerza, o eso decía. ¿alguna vez he sido fuerte?, me pregunté cuando ya estaba bajo su mirada, y no me explico cómo, esos ojos pudieron oírme y me susurraron muy bajito que guardara el secreto. Él, más allá de habérmelo advertido, me lo había prohibido. Él no los llamaba ojos carnívoros, decía algo así como los capullos que le hacen daño a mi chica. Papá que tanto sabe, y que tan poco caso le hago. Aquí estoy con el corazón hecho trocitos. Consumido como un cigarrillo.


Y qué ceniza más bonita.

4 comentarios:

  1. Capullos letales, sino se los conoce bien.
    Precioso texto, de verdad. Saludos.

    ResponderEliminar
  2. Como un poema de mi gran amado Bécquer: El alma que hablar puede con los ojos, tambien puede besar con la mirada"

    ResponderEliminar
  3. "Y qué ceniza más bonita."
    ¡Y qué bonito lo haces! Un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. Precioso. Esos ojos es que hacen daño.
    Gracias por pasarte, un beso.

    ResponderEliminar