sábado, 18 de mayo de 2013

Círculos.

Se fue como todo lo que se desvanece. Su voz se fue como la niebla. Las sonrisas se apagaron y el vello dejó de ponerse de punta cuando aparecían sus minúsculas. 
Y ésto es lo que trato de no aceptar. Y no aceptar la evidencia está jodiéndome la vida, pero y qué, si ya es una necesidad vital romperme las costuras y los labios que me sangran y lo poco que queda de esto que me niego a convertir en ruinas.

Mira, no estoy borracha, pero te pienso. Y creo que siento.

Que siguen existiendo madrugadas en vela, pero sin velas. Noches tristes en las que sigo dejando huellas de ti. Huellas que son letras sentidas en noches de insomnio. Horas de sueño acumuladas convertidas en ojeras. Y así es como las cuatro de la mañana se hacen eternas, y la luz de la farola que se ve por la ventana de mi habitación se apaga. Como todo, se desvanece. Humo de un cigarro que no existe. Morir a puertas cerradas en la habitación, seguir viviendo mentiras, sacar la tristeza de debajo del colchón dónde lo hacíamos lento y la esperanza de que algún día sientas. Vuelvas, lamas mis heridas y cures mis labios rotos. Y así el círculo vicioso aparecerá de nuevo. Y que sea eterno. Porque me niego a cerrar el círculo que más he sentido en mi vida.

Deja al tren volver. Y que seamos ruina. Pero nuestra ruina.



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