sábado, 21 de julio de 2012

Tres valientes y una cobarde.

Guardo un gran recuerdo de aquellas tardes, o de aquellas tardes que se hacían noches. También de aquella mañana... Ellos pretendían romperle la cara a mi pasado y yo no me negaba. Les dejaba continuar esa pelea, sin poner paz, pero deseando que no vencieran. Y me libraba por unas horas de mi calvario, de mi ruina, de pensar en lo que me quitaba el sueño. Me defendían de los recuerdos, pero yo nunca supe agradecerles nada. Sólo sabía jugar con unos sentimientos que no sabía si existían, pero que me daba igual. Quizá ellos también hacían lo mismo conmigo. Quizá yo también fui el juego de alguien. Sé que está mal, pero no me arrepiento, porque los juegos divierten. Y ellos más.

2 comentarios:

  1. Para jugar hay que saber perder, Marie... Un beso.

    ResponderEliminar
  2. Sigues jugando con sentimientos,dulce catastrofe.eres perfecta, a pesar de que nadie es perfecto.

    ResponderEliminar