Veo la
gente feliz, moviéndose de un lado a otro, riendo, ilusos, como si conocieran
de tu existencia. No voy a mentiros. No querría otra vida. No la querría si no
hubiera visto en ti la luz y la oscuridad al mismo tiempo. Puede que mi vida no tuviera sentido, o puede que aún estuviera buscándoselo, al igual
que se lo busco a la función de mis pulmones si ya no te respiran. Pero ¿sabes
qué?, a veces subo a la azotea, no se lo digas a nadie… allí respiro el aire
contaminado de esta puta ciudad que lleva tu nombre y es como si me llenase de
ti, como si me llenase de ti hasta desbordarme. Y luego me pinto los labios y
me convierto en super heroína, como antes, y confío en mi poder para mover el
mundo sólo en un abrir y cerrar de ojos, pero cuando los abro todo sigue igual
y las calles siguen llevando tu nombre.
Te
busco entre esa puta gente, que sigo sin saber por qué coño es tan feliz, pero
no te veo, o no te reconozco, y no lo entiendo porque recuerdo tu voz a la
perfección, tu altura, tus labios, tu piel, y entonces creo que la ciudad te ha
tragado, o que has huído demasiado rápido, sin esperarme, en aquel viejo tren
casi vacío que chirría como nuestras vidas. Pienso en todos los
billetes de tren que nunca me han llevado a ningún sitio y los miro y sólo veo
borrones en las letras provocados por mis lágrimas y me pregunto algo que nunca
pensé que se cruzaría por mi mente: ¿ha merecido ésto la pena?.
Siento algo en
el pecho, en el lado izquierdo, me estrangula, lucha por sobrevivir, y duele, y
grita.
Te
sorprende, ¿no? Pues espera, que queda más.
Yo
estaba abrazándote, olías a cerveza, llevabas aquella camisa de cuadros y de repente
desapareciste, te fuiste con otra que te flipaba el triple y entonces todo oscuridad y un humo demasiado negro, el sentimiento de un huracán en mi pecho,
haciendo mucho ruido y destrozando hasta la última imagen que yo no me había
atrevido a quemar.
Pero lo
sé. Pasarán sólo unos meses, nos cruzaremos por esta ciudad que nos consume, me
reconocerás por el color de mis labios o por el olor de mi perfume, será solo
un segundo. Me mirarás extrañado, bajarás la cabeza y mirarás a otro lado como
siempre, como un jodido cobarde que nunca se enfrenta a la realidad de estas calles y subirás el
volumen de tu música, que es la única que te entiende. Llegarás a casa, y puede
que te mires al espejo y te preguntes quién eres y qué coño hiciste…
y nuestras vidas seguirán chirriando como ese
viejo tren de los asientos follados y refollados.
Allí en
las alturas me fijo en la gente, la que parece feliz, y creo que no lo es
tanto, que también tienen un huracán dentro y la mente en otro planeta, pero
creen ser fuertes con esa sonrisa a medias y con carcajadas a base de cervezas
que no valen nada,
se
mueven por la ciudad, pero… ellos tampoco saben a dónde van.
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Joder, estamos mal de la azotea. |
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