jueves, 14 de agosto de 2014

MQNN

Otra vez tengo las manos llenas de tinta, y vuelvo a oler a Chanel como en los días tristes, y grises. Las ganas de fumar por si se cumple eso que afirma la cajetilla, quizá. Manos llenas de tinta, pero nunca nada que decir. Que nadie entienda la historia, la nuestra. Ya no reconozco tus labios si no tienen marcas de mi carmín, ya no los conozco, ni se qué es esa sonrisa triste que muestra tu cara. Los “si a ti te faltan huevos, a mi me sobran”, las veces que le he gritado a papá que no era verdad, que si que me quería, los tequilas in memoriam, el beber hasta morir, pero todos tienen cara de besar mal, los "¿qué es RR?", el reloj al que le he quitado la pila, la duda y la indiferencia, el "tu no sabes que yo sé..." los “otro vendrá” y los “que no, hostia, que no quiero a otro”. Jugar con fuego y quemarte, estamparte en el tren de vuelta, el punto y aparte, nunca final. 
Vida, puede que no te entienda, puta.

1 comentario:

  1. A veces todo es tan simple como un adiós ¡pero cuanto cuesta decirlo!

    Las personas llevamos en nuestro interior infinidad de despedidas y bienvenidas. A veces no sabemos quien entra y sale de nuestro corazón hasta el punto de dar la llave a cualquiera o simplemente dejar la puerta abierta a los transeúntes.

    Lo peor de todo es la exclusividad de cada una de ellas. Lo que hemos hecho con esa persona que no recordamos haber descubierto con nadie más. Y eso no es lo peor... Lo peor es que conforme vamos conociendo más los recuerdos se hacen más prolongados e indispensables en nuestra cabeza. Sí, ese pequeño espacio lleno de mutilaciones hacia nuestro corazón.

    Me ha gustado como has expresado esa despedida de un tira y agarra. Esos puntos suspensivos que nunca acaban.

    ¡Un saludo!

    Carolina

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